Lectura, “Contra el reloj”
CONTRA EL RELOJ
Trabajar de noche
es un hábito que tienen miles de colombianos. Muchos de ellos son verdaderos
“adictos al trabajo”, que encuentran en el medio laboral el placer y la
gratificación que no hallan en otro ámbito de su vida. Pero la inmensa mayoría
lo hace por miedo a perder su empleo.
Esto se debe,
quizás, a que muchas empresas miden la productividad según el número de horas
laborales. Son compañías que ven con buenos ojos a los empleados que se quedan
trabajando mas allá de lo “normal” y con muy malos a aquellos que se van a
tiempo.
Suelen premiar a
quienes se quedan después de la hora de salida y criticar a los que se marchan
cuando el reloj marca las seis.
Uno de los
problemas que se derivan de este tipo de conducta es la generalización del
llamado principio de Parkinson. El principio, formulado a mediados del siglo
pasado, sostiene que “las personas se toman tanto tiempo como dispongan”. En
otras palabras, que si un trabajador dispone de todo un día para realizar una
actividad empleara todo el día para la ejecución de la misma. El resultado: se
alarga el café a media mañana, se extienden las conversaciones personales, se
prolongan las llamadas telefónicas y se emplean tiempos intermedios para
realizar transmites o compras.
En lugar de
aumentar el ritmo de trabajo alargando el horario, las empresas logran el
efecto exactamente contrario. Un estudio de la Organización
Internacional Del Trabajo (OIT) demuestra que trabajar más no
significa trabajar mejor.
El informe indica
que el número de horas promedio laboradas por los empleados de un país no
constituye un indicador para medir la productividad. Por el contrario, muestra
como las largas jornadas de los países latinoamericanos y asiáticos contrastan
con las de los países industrializados, en donde no solo trabajan menos horas
sino que poseen niveles de productividad laboral mucho mas elevados.
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